Celebro los 68 años de la Radio Sutatenza

En la plaza de Sutatenza, un pueblo en el altiplano cundiboyacense, hay una columna de bombillos hecha de madera, cuya terminación es una antena de radio. Alrededor, una serie de radios y parlantes están distribuidos por toda la plaza. A un lado de la columna vemos un pupitre de las Escuelas Campesinas y del otro lado, una carro con un exprimidor de naranjas, donde una multitud se divierte tomando jugo mientras un hombre toma agua. El hombre ha dicho al micrófono que por cada vaso de jugo que un habitante tome, él tomará la misma cantidad de agua. Después de un rato se aleja de la multitud, se acerca a un vaso de cristal en el pupitre, conectado por cables negros. Orina. La columna de bombillos se enciende produciendo una reacción electro- química que a su vez produce un sonido. El sonido transmite de la antena a los radios y parlantes de toda la plaza.

Quisiera hacer un alto en el relato para celebrar la buena relación entre radio y arte, de la mano de este performance de Esteban Rey. Performance o radio-performance, una categoría no convencional para señalar uno de esos pocos acontecimientos (registrados) donde las grandes categorías de cuerpo, arte y tecnología comparten un mismo espacio. Acontecimiento que celebraba en 2007, la creación de la Radio Sutatenza y de las Escuelas Campesinas en el pueblo de Sutatenza en Colombia. [1]

Vale la pena recordar que Radio Sutatenza, fue un proyecto de larga duración iniciado por monseñor Joaquín Salcedo, visionario y amante de las tecnologías de la comunicación. Fue este uno de los primeros proyectos educativos capaz, nuevamente, de reunir arte y tecnología. Salcedo convocó a los campesinos a construir un teatro para las primeras proyecciones de cine mudo en la zona, una propuesta descabellada para las ordenanzas de la iglesia católica en Colombia a mediados del S. XX. Su idea era llamar la atención de los campesinos, que durante las procesiones se embriagaban con chicha, reñían y se mataban entre sí. El aislamiento y la violencia lo previenen de cualquier actitud de sermón, y no satisfecho con la provocación que causa en el pueblo con la proyección de imágenes en movimiento, piensa en un proyecto que combine ocio, creación y educación, y sobre todo, una forma de comunicación con los campesinos y luego entre ellos.

Así, invita a la gente del pueblo a construir una radio local de corto alcance, que se inauguraría en 1947 y que se convertiría en el primer proyecto radial de esta índole en el país. Se da cuenta rápidamente del poder de convocatoria de la radio. Con el objetivo de cambiar los hábitos de escucha, escritura y lectura de los agricultores, la radio se convierte en el instrumento de distribución y construcción de conocimiento, que con los años, traspasaría las fronteras del Valle de Tensa y constituiría uno de los proyectos pioneros de radio, educación y mediación en el mundo:

“...no sólo por el uso de todo tipo de medios de la época (cine, radio, fanzines, mensajería informal), sino también por su espíritu contestatario (a pesar de tener el apoyo inicial de sectores muy conservadores, llegó, por ejemplo, a desarrollar las primeras campañas de prevención y educación sexual con uso de preservativos); llegó a contar con el apoyo y financiación de industrias japonesas y diversas instituciones sin ánimo de lucro de diferentes gobiernos.” [2]

Esteban, en respuesta a la historia de la radio en Colombia, realiza un performance invitado por la Universidad Pedagógica que consiste en una invitación a tomar jugo de naranja y celebrar los 60 años de Radio Sutatenza. Cada vez que una persona toma un vaso de jugo, él toma la misma cantidad de agua. El jugo de naranja no está previamente preparado, son las personas del pueblo (muchas resultan siendo los antiguos estudiantes de las Escuelas Campesinas) las que activan el dispositivo con su energía o “fuerza de trabajo”.

Las Escuelas Campesinas eran escuelas que hoy se llamarían de “educación informal”, alejadas de cualquier pretensión evangelizadora, permitían la construcción del pensamiento crítico y a su vez, la relación con un sistema de entretenimiento público y gratuito. La creación de contenidos le pertenecía a la comunidad y así mismo, los contenidos estaban relacionados con el modo de vida del campesinado y con un modelo de pensamiento que reunía práctica y teoría. Los campesinos aprendían matemáticas y arquitectura para realizar las cuentas de sus sembrados y ventas, para hacer su propias casas, etc.

Así, el gesto de orinar en la silla del estudiante en el performance de Esteban, juega en una relación divertida e inteligente entre los opuestos: la formalidad actual de la educación y las posibilidades de emancipación de la educación. Hoy en día, la educación está en un continuo debate, causado entre otras cosas, por la contundencia de las tecnologías de la información. Tanto Esteban como monseñor Salcedo tienen claro que las tecnologías de la información deben acercarse lo más posible a la comunidad, una utopía que se desploma a cada tanto por la basta relación entre tecnología y mercado (mercado educativo, en este caso).

Por otro lado, el acto tan humano de orinar a partir de un acontecimiento colectivo de toma y el despliegue posterior en energía que cambia, que es escuchable y visible, que es materia, presenta al cuerpo en su potencialidad. Potencia que inaugura dos sistemas en simultaneo: el gesto y la escucha. Un gesto básico y rutinario que es potencialmente anárquico y una escucha colectiva que tiende a reactivar el vínculo entre cvarios factores: tiempo, materia, educación, tecnología... orinar es un gesto tan humano que desmonta todo el dispositivo radial en su relación entre radio y voz. Más bien, la relación podría ser entre radio e ingestión.

El tiempo en esta obra, como en cualquier transmisión radiofónica es fundamental. Es el proceso de ingestión colectiva y de transmisión del instante, el sonido dura lo que dura la reacción química entre los elementos. Pero el tiempo es también el viaje por el pasado del pueblo y de su relación con la tecnología. Cuando las luces de la columna se encienden y una frecuencia baja comienza a invadir la plaza, no sabemos si estamos en el S. XXI o a comienzos del S.XX en Colombia, cuando llegó por primera vez el cine al pueblo y los habitantes quedaron sorprendidos por los fantasmas proyectados en una sábana. O cuando escucharon la voz del cura del pueblo, transmitiendo desde la otra montaña, a través de un pequeño radio transmisor.

Sin embargo, aunque parecemos ante una fantasmagoría, todos podemos ver el dispositivo desnudo: el cuerpo del hombre que orina en el vaso nos revela una relación insólita entre temperatura y sonido, entre cuerpo y máquina. Es así que no hay ficción, ni montaje, sino transmisión, recepción e incluso, retroalimentación vital, para seguir una lógica cercana a la especificidad de la radio, y digamos, a su materialidad.

La mediación del cuerpo o sus medios (la orina, los bombillos y la antena) se instala en un orden múltiple (hombre, jugo, temperatura, sonido...), en una cadena de acciones y reacciones, que van de la energía en movimiento, la energía del sonido a su transmisión por el aire, y de ahí nuevamente a los escuchas/tomadores (en n proceso similar al de la retroalimentación). Esa energía que se ingiere y se digiere, que se transforma, además de ser sonido es escucha múltiple como en las aulas de Sutatenza, educación en el orden de la transformación colectiva: la práctica de las Escuelas Campesinas que transgredían el orden social y racional en búsqueda de otro pensamiento moderno, más cercano a lo popular, lo múltiple y lo abyecto.

(...) El mito es el dominio de las identificaciones múltiples: “Proteo nunca es Proteo, unas veces viejo, otras ola, otras serpiente”. No tiene identidad precisa, de ahí la imposibilidad de las definiciones a priori, o de los conceptos asegurados por los que enloquece el pensamiento moderno: el de la Historia, de lo político y de lo social racional.” [3]

La radio está en todas partes. La orina también. Una relación contundente y necesaria, nuevamente, entre el cuerpo y su mediación (máquina). Pareciera que este acontecimiento nos despliega una manera de entender el cuerpo a través de la radio y la radio, en tanto aire, a través de la vitalidad del cuerpo.

Por Violeta Ospina. Master en Arte Sonoro de la UB. 2015

[1] Sutatenza 1 de la Serie Historias de Onda Larga, Memorias de la Radio en Colombia, Fonoteca y Radio Nacional de Colombia, RTVC, 2007.
[2] Esteban Rey, 60 años de la Radio Sutatenza, es.estebanrey.net, 2007.
[3] Paul Virilio, Estética de la desaparición, tr. Noni Benegas, Barcelona, Anagrama, 1988, p. 17. 

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