Sobre performatear en la ciudad


De lo primero que voy a hablar es de la distancia, la distancia entre usted y yo, usted allá sentado y yo aquí en el escenario. Esa distancia me causa ansia, distanciansia, esta palabra, como ven, no existe en Word, es una palabra inventada por un escritor brasilero: Guimarães Rosa.
Es la ansia de la distancia de la línea del horizonte, la distancia de la cámara y el objeto, de oriente, de las montañas bogotanas, de las personas que se van, de una palabra y otra. Voy a hablarles del juego con el tiempo, luego, porque no tengo tiempo. El tiempo que además propone varios tipos de distancia, entre lo que digo y lo que es grabado y luego reproducido en el registro de la conferencia. Otra más afectiva se vive en Bogotá, a todos nos toca cotidianamente. Una noche viajaba en el bus que va de el Centro a Modelia, un barrio al occidente de la ciudad, recuerdo el pelo de una mujer rubia, largo y liso. Esa mujer hablaba y comenzó a llorar por la pérdida de alguien querido, gritaba desconsolada. Todos la oímos, pero nadie dijo nada, pensaba en la chica de al lado, atenta pero incapaz de un consuelo. ¿Qué podía decir? Esa distancia en los lugares públicos es el fortín de nuestra seguridad, es lugar de la ansiedad con la que vivimos día a día. Esa la primera relación humana negada en lo público, el punto de partida de un proyecto atravesado por la distanciansia.
No tengo tiempo, el tiempo se me pierde a cada rato por el valor de uso que se le da, es una mercancía, por eso propongo trampas para el tiempo armando líneas de fuga, borrables, eternas. He aquí el segundo problema y de cómo hablar de la ciudad  y su tempo, de ella misma.
Aparece la noche en mi caminada, porque la noche tiene otro tempo. Aquí viene un tercer problema: el miedo. El miedo a morir de noche, porque la noche esconde a los demonios, además se ilumina poco los barrios de la periferia porque no se desean, se dejan en la sombra. Propongo el miedo y la muerte homeopática, es decir, la aceptación bajo el ritual de la muerte sin ejecutarla, el ejercicio simbólico de salir a la calle  y enfrentar mis propios demonios a través de lo lúdico. El miedo ante la falta de protección es el mismo miedo de la pérdida del útero materno. Oscilar entre los dos significa equilibrarse en un tensión hacia la caída.
El cuarto problema es la caída, la tendencia recurrente al fracaso, frente a la sociedad del miedo y apuntando hacia un ritmo distinto… el cuerpo queda máquina, a pesar de perder su automatismo. Los deseos comienzan a parecerse a los de la ciudad y la disfunción temporal tiende a la caída del cuerpo.  No hay sino el reflejo de un antiguo héroe romántico. Sin embargo, el humor frente a la pérdida, el humor frente a la falta de protección es la salida casi amarga a la frustración de ser y habitar en la ciudad (…).

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