Texto para la Revista Observatorio


Hacia una pedagogía de lo “aurático”
Por Violeta Ospina


Lo aurático se refiere al oído (auris, en latín), una apuesta por la escucha, por los cuerpos en sus diferencias. Aurático también concierne a la idea de aura en el arte, que Walter Benjamin demanda a La Monalisa del Louvre, imagenes que tras su reproducción pierden el aura, su capacidad de sorprendernos. Cuando hacemos parte los sistemas de educación, en especial, los sistemas masivos de educación, como colegios y universidades, algo del aura de la educación se pierde ante la imposibilidad de la escucha. El poder que ejerce el docente para ser escuchado y para que el estudiante escuche a otros es un poder que inhibe a la escucha y que retiene la posibilidad del cuerpo en su potencia de creación.

Quiero pensar el laboratorio como un cuerpo en potencia, que escucha, y a sus colaboradores, en cuerpo distintos, en tensión, en un espacio que podríamos llamar pedagógico. Habría que aclarar entonces, que el laboratorio no se ha pensado como una experiencia educativa y sin embargo, dispone de didácticas, de metodologías derivadas de nuestra educación en arte y tal vez, de algunas apariciones de maestros que invitamos para enriquecer el proceso. Viajaría hacia atrás para entrever el cuerpo que arrastra mi educación o que mi educación lleva consigo. Cuerpo que puedo entrever en el semillero, sobretodo en los estudiantes de Licenciatura en Artes de la USCO, y también, con la distancia que me da trabajar con comunidades, en el reflejo de mi propia experiencia como estudiante – casi permanente - de artes.

El cuerpo en la escuela de artes es un cuerpo paciente, que siente y disiente de los modelos educativos, busca respuestas a algo sumamente difuso. Tal vez asuma algunos retos, de vez en cuando, para pararse fuera de la escuela y experimentar en la vida algo de eso que puede ser arte y que desde allí, parece solo pertenecer a un circuito privilegiado. Entonces, la diferencia entre arte y vida se parece a la diferencia entre arte y academia, en un círculo que parece no terminar ‘afuera’. Doble Yo propone un espacio para poner el cuerpo en resistencia. Abrir un espacio para el aprendizaje desde la experiencia del cuerpo, desde la capacidad crítica de asumirse en tanto artista y crear a cada paso los rasgos particulares de su propia metodología o saber pedagógico.

Más que una pedagogía buscamos un lugar de encuentro que nos permita dialogar y crear. Muchas veces no damos paso una creación en sí, sino a unas plataformas para repensar y aprender del territorio. ¿Qué aprendemos en el Laboratorio? Aprendemos a escuchar nuestro cuerpo a través de la fuerza del viaje y al provocar una descolocación de nuestra experiencia cotidiana. ¿Cómo se da esa descolocación? Salimos a recorrer el Huila con varios propósitos. Buscamos en nuestros viajes escuchar su realidad de lo micro a lo macro, cultivando actitudes críticas, de reconocimiento y resistencia, reflexionar desde la singularidad de nuestras practicas artísticas sobre procesos macro de desterritorialización en el Huila: la construcción de hidroeléctricas en el Macizo colombiano, o el uso privados de los suelos para la minería o el desplazamiento del patrimonio cultural.
“El mundo existe todavía en su diversidad. Pero esa diversidad poco tiene que ver con el calidoscopio ilusorio del turismo. Tal vez una de nuestras tareas más urgentes sea volver a aprender a viajar, en todo caso, a las regiones más cercanas a nosotros, a fin de aprender nuevamente a ver.” (Augé 16)
¿Cómo viajamos y abordamos temas tan grandes? Desde una poética y una política singular. Cargamos en las espaldas el paisaje – entender el paisaje no en tanto espacio neutro, sino como espacio de inmersión-, tratamos de consolidar así nuestro estar en el mundo. Surge ahí idea de construir un lugar fuera de la academia y más allá de la institucionalidad del laboratorio, (o más bien, con su aval pero más allá de las condiciones de deber y ser inmanentes a los organismos de apoyo) que posibilitó la aparición de dos propuestas: Museo Portátil del Huila y LRS: Like a Rolling Stone, una plataforma errante y una publicación de bajo costo que carga instrucciones, avisos, reflexiones y obras realizadas en el laboratorio. Son dos espacios de difusión y de acción que aún no se encuentran fijados y que actúan en tanto dispositivos de provocación y relación para los integrantes y la comunidad, enmarcados en un viaje imposible (1) por el territorio.
El viaje también supone algunos naufragios educativos porque muchas veces, desde la coordinación, nos frustramos ante los grandes deseos sobre el grupo, a cerca de alterar y activar sus potencias creativas. Esto significa asumir responsabilidades y compromisos que algunos sabemos abordar, quizás, por la disciplina académica y que otros parecen desconocer. A pesar de eso, desde sus inicios, el laboratorio asumió una posición frente a la separación jerárquica entre estudiante y maestro: todos seríamos participantes de una experiencia de creación de un semillero. Así, los coordinadores de Bogotá proponemos dinámicas en torno a problemas que nos parecen importantes, y los participantes proponen desde su hacer, los detonantes de las discusiones y los materiales para indagar: sus proyectos.  Nuestra llegada a Neiva inició con una frase de Frey Español, coordinador del laboratorio: “aquí no venimos a enseñar nada”, y como consecuencia, o no, la mayor parte de los participantes comenzó a ausentarse, y los que se quedaron, asumieron una posición en el laboratorio, un lugar para quedarse. Sin embargo, el lugar está todavía en construcción, los artistas de Huila van y vienen, sea por problemas económicos, sea porque consiguen un trabajo que les quita el tiempo de ocio, sea porque se desencantan frente al proceso del laboratorio o porque esperaban exponer en lugares ‘de importancia’. Los que se quedan, traen sus ideas y se remiten a proyectos que empezaron, que quedan por concluir o que no saben donde mostrarlos o cómo activarlos. A los coordinadores nos observan, salvo algunos, como soportes de su pensamiento y acción, como demiurgos o simplemente, como espacio de reconocimiento.

Estamos aprendiendo todos a trabajar con esa condición errante, que oscila entre el afecto, la amistad y una sospechosa autoridad o saber que proviene de un supuesto centro mágico del país, donde se supone se concentra la actividad artística. Sin ese estatus, que ahora reconozco es nuestra bandera, aunque no lo queramos, no podemos encontrar muchas veces el lugar donde la educación en el arte en el Huila sea “aurática”, más experimental y activa. Quizás, estamos repitiendo el mismo esquema que condiciona la educación en general, y navegamos por fuera de la esperada utopía de la igualdad en el aula, pero consentimos que el aula es afuera y que ese afuera nos pertenece desde adentro como coordinadores, estudiantes y artistas.

A continuación un mosaico de nuestro ‘viaje imposible’ (fotografías del Módulo 1 y 2 del Lab Dobleyo 2014).
(1) Augé, Marc. El viaje imposible.

Nota al pie 1. ¿Qué es Doble Yo?

El Laboratorio de Investigación y Creación Doble Yo, auspiciado por el Área de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, es un espacio de encuentro entre artistas de la comunidad huilense (artistas y creadores profesionales y empíricos) para la creación y la experimentación en artes. En la coordinación general del laboratorio trabajamos cinco artistas interdisciplinares de Bogotá: Frey Español, Violeta Ospina, Ingrid Torres y Laura Wiesner y en la coordinación local, Karina Perdomo y Leonardo Munar de Pitalito.

Es una propuesta que pretende generar y fortalecer redes de trabajo para artistas y creadores del Huila, pero es importante aclarar que esa red de trabajo es mas que una relación de tiempo remunerado y contabilizado. Se trata de una relación que puede poner en cuestión el mismo contar del tiempo, y sin embargo, he aquí una breve cronología.


Nota al pie 2. Breve cronología

En 2012, en Doble Yo: Artista y Agente, conformamos un semillero de investigación y creación en la Universidad Surcolombiana en Neiva, el grupo base del laboratorio en adelante. Ese año pensamos la tensión entre turismo y territorio, y realizamos un “llamado” a los artistas del grupo para trabajar en San Agustín alrededor de un documento del Museo Nacional de Colombia que anunciaba el desplazamiento de esculturas agustinianas a una exposición conmemorativa a la capital. Los artistas realizaron intervenciones y propuestas de taller con comunidad en el municipio y una exposición en la Surcolombiana.
En el 2013, el Laboratorio - Doble Yo: creación y pedagogía- trabajó un enfoque que nos permitió, partiendo de estrategias de intervención en el arte, una relación mas directa y participativa entre los artistas y la comunidad de Neiva, en los espacios públicos y comunes de la ciudad. Durante los cinco módulos se realizaron talleres de formación y sesiones de creación, enfocados a fortalecer una disciplina a través de encuentros propuestos para el barrio y los paisajes de montaña. Dimos lugar a un encuentro con colegas del Laboratorio de Investigación Creación del Tolima (expedición “Prácticas del Arte en Alta Montaña”, del 12 al 16 de julio en el Nevado del Tolima), donde se dio un intercambio de saberes y experiencias entre artistas sonoros y con intereses en la representación o presentación del paisaje, también, en políticas de uso del territorio y con interés a trabajar directamente con comunidad.
En 2014, tras la multiplicidad de los trabajos y propuestas, la carencia de espacios de exposición para el artista huilense, la necesidad de reconocer el territorio y la particularidad de nuestras intervenciones efímeras, inauguramos una plataforma que llamamos Museo Portátil del Huila, y que rueda actualmente por Villavieja, el Desierto de La Tatacoa, Pitalito, San Agustín y la Laguna de la Magdalena.









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