P.B.D.A.N Escritura del desenfoque


El urapán

Desde la ventana de la sala de mi casa, en un tercer piso, veía todos los días un urapán altísimo que crecía en el separador de la calle. Sus ramas, me parecía, casi tocaban mi ventana, entonces me imaginaba agarrándome a una, caminando en equilibrio, deslizándome por su tronco, para luego llegar corriendo hasta el parque.

Un día vi sus ramas despedazadas sobre la otra acera, su tronco desaparecido y un muñón de árbol en el separador. Poco a poco se fueron llevando sus brazos, luego no quedaron sino varios muñones por toda la calle y algunos restos de hojas. Mi papá me dijo que sus raíces eran muy grandes y que podían romper la calle. También un día vi en el noticiero cómo una plaga estaba matando varias especies de árboles en Bogotá, entre ellas el urapán y pensé que quizá estaba enfermo. El muñón permaneció muchos años hasta que rehicieron el separador con pavimento y enterraron sus raíces.

Fragmento del cuaderno de Leonato Povis, 2012.


Escritura del desenfoque

Fragmento del diario de la novia (del Gran Vidrio)

Ella siente la escritura en el rabillo de sus gafas. Óculos mal vistos. Ella recuerda cómo hace unos años, en un paseo de amigos a las cascadas, cae sobre su mano derecha, es decir, sobre su ojo derecho, porque allí era donde tenía su primera cámara de video. La cámara siguió reproduciendo manchas de por vida, en un desenfoque que le agradaba, que le resultaba paradójico, que le permitía retener el mundo desde la escucha de otro tiempo en su cámara. Una duración en luces y superficies de color hechas espacio. Años más tarde, en una borrachera, su cabeza golpeó esta vez contra la pared, golpe en el lado izquierdo afectando su vista y obligándola a usar gafas. El desenfoque de su ojo izquierdo es tan profundo como su cuerpo, es una mancha que va del centro y hacia fuera, abriendo grietas. Su corazón desenfocado, lado izquierdo torpe intenta cubrirse de sentido para ser de ese desenfoque deseo, ya sin vid-, sin vino, sin sangre bombeando.

La posibilidad trágica de quedarse ciega la hace pensar que cada uno de sus trabajos ha sido un golpe a la retina, como un performance prolongado y en caída, una escritura del desenfoque. Una escritura zurda.


Dibujo arriba: Leonato Povis/ Dibujo abajo: Luis Mondragón

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