P.B.D.A.N (3) Escritura del desenfoque -


El rebusque de la mirada

Su trabajo ocioso es registrar el tiempo suspendido de la acción de estos personajes sobre su devenir cíclico. Registrar su cadencia de huella de monstruos y cíclopes. El lugar privilegiado de su acción supone que desde arriba pueda construir una mirada de novia desde el balcón. De novia ciega frente al trabajo o de ociosa comelona de imágenes regurgitadas en sonidos. Ociosidad que desde arriba recupera una a una las señales de su estar ahí y así mismo de ella velando. Ella propone el rebusque de imágenes como una conducta perceptiva. Rebuscadora cinegética profesional. Un estado de concreción de la impotencia de descender y hablarle. Creación de eventos que celebren el laberinto del desplome de las ciudades. Su trabajo de recuperar la escritura de lo escrito en la ciudad desde un muro de cristal. Ocio o trabajo = ¿Trabajocio? Rebusque de imágenes míticas en construcción. Es éste nada mas que el punto de partida para que ella pueda caer del balcón y resonar con las imágenes. Torpemente incorporarlas al espacio y al tiempo de oídosojos en transformación.


 (El asedio)

Ella además ha intervenido en esta memoria de registro, ha querido dejar huellas de fuego, de aire y de agua en el devenir, y así mismo, en el habitar de otros cuando en el espacio tiempo convocamos el agujero. Participantes, quiéranlo o no, de una escritura hecha pedazos de cemento, escombro, humo y cartón. Espectadores y negociantes, agujeros negros, dioses humanoides, fétidos, de buen gusto, ociosos y malcriados. Sin embargo todos ellos preguntándose por el placer del ocio y la libertad del juego. Libertad una sola, sólo en el juego mismo. Sólo en la noche son llamados los pájaros de fuego, porque es allí donde las fuerzas de lo imaginado son convocadas, allí dónde aparece el duende pequeñito que salta de las cobijas y se adueña del espacio en su duración. Esta patria no es inventada, esta imagen es in-ventanada. Superficie rugosa de destellos redgreenandblue hilvanando supuesta ventana. Allá registro de un síntoma de una ciudad inestable y despojada, aquí celebración en amarillo del desencanto en un espacio poco común, poco esperado y ya consumado.

Aquí y allá y en el centro lo sensible. Lo sensible: un agujero negro que dice fin en la espalda. Un agujero que desquebraja lo real y lo consuma en lo virtual. Espacio muerto de disfrute dionisiaco, ya consumado. ¿Cómo quebrar esa arquitectura tan férrea que lo soporta, esa estructura cíclica que comparten las instituciones públicas en Colombia, la demolición de lo urbano, los muros invisibles, los pedazos de tiempo?

Ella pide al agujero que vuelva contra su ventana, que la atraviese y se poses sobre su almohada. Agujero negro devora tiempo en su almohada. Hoyo de suspensión para Alicias. Uno, dos, tres. En un movimiento simultáneo para que los dos vuelvan a estar del mismo lado. Ella siente que sus reparaciones la cargan de poder frente a lo absurdo del gran estado de suspensión él. Ella quiere ponerle una trampa lumínica, multiplicar sus luces en maquetas. O no, a veces no quiere hacer nada, quiere que el olvido le borre hacia dentro, en lo profundo del pasado de esta ciudad antes lodo, antes una, antes laguna, antes simultánea.

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