Piojos de poeta ( I )






(a Lucía)
Los piojos de poeta se reúnen en clubes nocturnos, y sobra decir secretos. A veces comparten fogatas y cantan a Silvio Rodríguez y a Serrat hasta el amanecer. Otros, los más jóvenes prefieren a Chavela Vargas, pero son grupos recientes, más aburguesados y pendientes de encontrarse en Alemenia para hablar de Totó la Momposina y Petrona Martínez. Aveces se dedican a la difícil tarea de traducir en vivo cantos palenqueros al alemán. Otra gran migración de piojos de poeta colombianos se dirige en bandadas a la ciudad de Marsella, a esta oleada se le suma una corriente veterana de una antigua migración a Paris ya cansada de la seriedad y la voracidad consumista de los parisinos. Las tendencias migratorias han cambiado desde los años ochenta, grupos más cosmopolitas no muy contentos con vivir al frente de la playa o en medio de la montaña sino acostumbrados a una vida más citadina y de posible aislamiento, siempre dentro de su comunidad parásita. Si algún piojo decide fugarse de un grupo y vivir en las estepas siberianas o en la Patagonia, puede comenzar a establecerse viviendo de otros parásitos mayores dispuestos a pagar por un servicio a cualquier costo. Pero si un piojo decide fugarse solo a ciudades macro como Tokio o Nueva York, corre el peligro de encontrase parásitos más prósperos y empezará con aquellas tareas que los otros no quieren realizar. Ya perdida su condición de parásito, para ser empezar a ser parasitado, el piojo olvida escribir y se desprende progresivamente de la comunidad y de los encuentros secretos con sus colegas. Pero al fin de cuentas, el piojo nunca pierde la capacidad de percibir en sus acciones una poética nadaísta elevada, así lave cincuenta retretes al día. Siempre entre el devaneo y la conciencia, el piojo persiste en realizar un revolución secreta cantando a viva voz por las calle de la ciudad.

“Es cierto que nos pesaba demasiado el corazón, y arrancándonoslo, lo echamos a un basurero,
y cuando fracaso nuestro último intento de suicidio nos recluimos atemorizados en nuestra cabaña de cinabrio.
Por eso os sugiero que esta tarde nos vamos, recogiendo nuestros pedazos,
Por todos los caminos dónde hemos andado: (...)” Jaime Jaramillo.

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